¿Cómo nace su pasión por el mundo del ferrocarril?
“La culpa la tiene la Avenida de Roma”, dice con una sonrisa. Enrique nació en pleno corazón de Barcelona, donde los trenes pasaban tan cerca que marcaban el ritmo de la vida. “Sabía la hora por el tren. Cada uno pasaba a su hora y desde mi habitación o el salón los escuchaba. Veía los trenes desde el balcón y mi pasión me llevaba a interactuar con ellos a menudo, incluso hasta hablaba con los obreros, aun me acuerdo bajar casi a diario cuando electrificaban la vía. ¡Sabía más que algunos de ellos!”, recuerda entre risas. A los 16 años ya formaba parte de la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Barcelona. Lo suyo no es una afición pasajera: es una vocación precoz y para toda la vida.
¿Durante cuánto tiempo ha estado recogiendo material ferroviario?
“¡Toda la vida!”, afirma. Su colección comenzó con pequeños tesoros: billetes Edmonson que recogía durante sus viajes a Tàrrega, donde tenia una casa su madre. “Salía de la Estación del Norte, cuando el tren aún partía desde allí. En los años cuarenta, vivíamos en una época marcada por la Guerra Civil Española, nosotros íbamos a Lleida a hacer la compra porque la Ciudad Condal estaba devastada... abundaba la escasez y el racionamiento estaba a la orden del día. En Lleida, al ser más agrícola, había más comida y de mejor calidad. Incluso recuerdo a algunas mujeres que aprovechaban a traer alimento “de estraperlo” escondido dentro de sus faldas y antes de llegar a la Estación del Norte, lo tiraban por la ventana a sus maridos o familiares que lo estaban esperando, y todo por miedo a que se lo confiscaran a su llegada”… era otra España, diferente a la que hoy estamos acostumbrados…
Aquellos viajes, fueron también el punto de partida de su colección.
¿Qué le motivó a ceder este material al Museo del Ferrocarril de Catalunya?
“No lo puedo tener todo en casa, eso es una utopía”, reconoce. Su deseo era claro: encontrar un espacio donde su archivo tuviera utilidad y futuro. “He buscado dónde dejarlo y creo que este es el lugar más indicado. Aquí se puede consultar, cuidar y compartir. Muchas de estas piezas estarán disponibles por primera vez para investigadores y público. Eso es lo que buscaba.”
¿Hay alguna pieza con un valor especial para usted dentro de la donación?
Enrique guarda especial cariño por los documentos de un proyecto ferroviario que nunca se hizo realidad: la línea de tren de Mollerussa a Balaguer. “Tuve en mis manos el proyecto sin ejecutar, con las tarifas previstas, los precios... ¡ni Renfe lo tenía!” El documento, rescatado del olvido gracias a un industrial textil que lo conservó, y que posteriormente se lo dio al padre del Sr. Escribano (ya que la intención que tenía era deshacerse de él) es ahora parte del fondo documental del Museo. “Se empezó a construir, pero al final se canceló”. Gracias a esa acción que en ese momento nadie entendió, ese proyecto se ha salvado”, explica con orgullo.
¿Cuál cree que es el papel de los museos, y en particular del Museo del Ferrocarril de Cataluña, en la preservación de la memoria ferroviaria?
“Si se conserva algo del ferrocarril en España, es gracias a los museos”, sentencia. Enrique es claro: sin instituciones como el Museo del Ferrocarril de Cataluña, la memoria ferroviaria estaría en apuros. “El Museo es el único que puede hacer esto. Es fundamental que funcione y siga adelante.”
Para terminar, una pregunta diferente… Si pudiera viajar en cualquier tren de cualquier época... ¿cuál escogería?
No duda ni un segundo: “¡Cualquiera de vapor! Y si me dejan tirar la leña, ya soy feliz.” Para Enrique, el verdadero placer se encuentra en la experiencia completa, visión que se asemeja a su manera de ser y coleccionar
Enrique es un testigo de excepción de la historia del ferrocarril en España. Su generosidad ha permitido enriquecer enormemente el fondo del Museo del Ferrocarril de Cataluña, que podéis consultar en nuestras instalaciones o en el catálogo online. Os dejamos el enlace a continuación: http://ffe.koha.medios.es/